jueves, 1 de octubre de 2009

La leyenda de los volcanes del Valle de México

De las leyendas más populares de nuestro país que se han contado por siglos y de generación en generación desde los tiempos mucho antes de la conquista de los españoles, es la del los volcanes; una historia de amor entre el popocatepetl y el iztaccihuatl. Desde pequeños en la escuela primaria es una leyenda que se les cuenta los pequeños, a mí en lo personal me gusta esta versión que a continuación se relata así:
Cuenta la leyenda que en la infancia de los tiempos cuando llegaron los aztecas al Valle de Anáhuac y las montañas no tomaban aun su forma eterna, nació en la gran Tenochtitlán una hermosa princesa llamada Mixtli hija única del señor Tizoc “Tlatoani” (Emperador o gran señor) de los mexicas. Mixtli era asediada por innumerables nobles entre ellos Axooxco, hombre cruel y sanguinario, el cual reclamaba la mano de Mixtli, pero el corazón de la doncella pertenecía a un guerrero llamado “Popoca”, que había salido a combatir para conquistar el título de caballero Águila y así disputar la mano de Mixtli a Axooxco.




Mixtli al saber a su amado en peligro y pensando en la imposibilidad de su amor, se quita la vida sin imaginar que Popoca regresaba triunfante; al ver a su amada muerta, Popoca tomo el yerto cuerpo en sus brazos, se dirigió a la montaña .
Y ahí permaneció agachado a sus pies pensando que la nieve la despertaría del sueño y así poder unirse en vida. Desde entonces los volcanes “IZTACCIHUALT” (Mujer dormida), “POPOCATEPETL” (Montaña que Humea) y “AXOOXCO” (Actual Ajusco al sur de la urbe) se yerguen dominantes sobre la ciudad de México.








La leyenda de los volcanes, es la obra más conocida y difundida del Maestro Helguera, la hermosa pintura describe en pinceladas plenas de belleza, la leyenda que paso de boca en boca, desde la época precortesiana, difundiéndose el idilio de esta pareja que al morir quedo convertida en nuestros soberbios volcanes, que Jesús Enrique Emilio de la Helguera Espinoza inmortalizo para siempre convirtiéndose en símbolo de nuestra Mexicanidad.















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